lunes, 8 de octubre de 2012

Capítulo 21


- ¿En dónde te habías metido, Bill?- dijo seria. Después miró a Thomas, y negó un par de veces, con desapruebo.

- ¿Está bien si Thomas se queda para desayunar?- Asintió.

- No hay problema, Bill, pero antes dime en dónde estabas.

- Estaba con Thomas. Anoche me sentí mal y él me ayudó; me llevó a su casa.

- Está bien, y muchas gracias Thomas.- él bajó la mirada. –Ahora hago el desayuno, mientras pueden subir a tu habitación, ¿sí?

- Bueno, vamos.- subimos por las escalera. Thomas se detuvo frente a la puerta que estaba junto a la mía, se acercó un poco más y tocó con la yema de sus dedos una calcomanía de una caricatura. Después sacó una sonrisa cansada. -¿Qué pasa, Thomas?- me miró, negando, aún con la sonrisa.

- Solía ver estas caricaturas cuando era un niño.- sonreí. -¿Esta antes era tu recámara?- negué.

- Por un largo tiempo, mamá me lo ocultó, pero después, me confesó que es la habitación de Niklaus.

- ¿Tu hermano?- asentí. -¿Tu mamá entra aquí para recordarlo?- negué.

- Mamá se pone muy mal cuando hablamos de Niklaus, por eso ella no entra nunca.

- ¿Y tú?

- Yo tampoco entro, ya hace un par de años que no entro.- Tragué saliva con pesadez y me lamí los labios. Sentí algo de indecisión, pero de alguna forma confiaba demasiado en Thomas, así que decidí que lo diría. -¿Quieres mirarla?- Negó y se rascó las sienes.

- No quiero que te pongas sensible con esto, mejor me la enseñas otro día.- bajé la mirada.

- Si soy honesto… conocí a Niklaus cuatro años, en los cuales solo dos años estuve consciente de que era mi hermano. Ni siquiera lo recuerdo por completo, no me pongo mal cuando lo recuerdo.

- ¿Ni siquiera porque lo secuestraron?

- Bueno, claro que me siento muy mal por eso…lo recuerdo tan claro... pero fuera de eso yo, no recuerdo nada más de él.- tomé la perilla de la puerta y la abrí. Mi corazón latió fuertemente al mirar esa habitación nuevamente.

La cama estaba hecha, con las mismas sábanas de astronautas bordados; la ventana con las cortinas blancas, inmóviles. Estaba la mesa de noche con los cajones llenos de calcomanías de caricaturas y una lámpara blanca sobre la misma. Animales de felpa acomodados en el suelo, junto a un carrito rojo. La pared era azul cielo, casi blanca, y había un pequeño ganchito que sostenía mochilas y cachuchas de Niklaus. Era todo lo que había, salvo que dentro del armario había más cosas que nadie, solo mamá, podían tocar.

- Siempre está así.- Thomas miraba todo, podía notar que temblaba levemente. –Observa.- caminé a los cajones y abrí uno de ellos, saqué una playera de mi hermano. Era negra, con letras amarillas. –Si hueles su ropa aún huele al jabón con el que mamá solía lavarnos la ropa. –Se la pase a las manos y él olfateó.

- Mi madre usaba uno distinto. A veces me pedía que le ayudara.- bajó la mirada. -¿Puedo mirarla?- asentí. Él desdobló la playera con delicadeza y sonrió al mirar lo pequeño que era. –Es muy pequeña, demasiado.

- Nacimos un poco más pequeños de lo normal, mamá nos ponía ropa para niños de tres años.

- Según mi madre yo también nací un poco más pequeño, pero siempre me puso ropa como esta.- se tocó su ropa. –Siempre más grande de lo que debería.- sonrió, y dobló la playera de nuevo, pasándomela.

- ¿A tu hermano también?- negó.

- Siempre usaba la mejor ropa.

- ¿Alguna vez les dijiste que no te gustaba cómo te trataban?- dije, mientras ambos salíamos de la habitación.

- Un día se los dije a ambos.

- ¿Y?

- Terminé golpeado por los dos, llorando en mi cama. Era pequeño, creo que tenía siete años.- retorcí la quijada, mientras cerraba la puerta y bajábamos por las escaleras.

Mamá había hecho la mesa, con una cantidad insana de comida. Los ojos de Thomas se iluminaron, nunca lo vi de esa forma. Nos sentamos en el comedor; mamá subió a la recámara con papá y nos dejó solos.

- ¿Qué pasa, Thomas?

- Oh… nada…- sonrió, y enseguida bajó la mirada.

Comíamos en silencio. Yo miraba a Thomas mucho más de lo que solía hacerlo; algo le pasaba, y estaba seguro de ello. Cómo su voz se entrecortaba al hablar de su infancia o vida privada; cómo miraba la ropa de mi hermano, con tanta ternura… cómo de repente, su genio se calmaba y se convertía en el “verdadero Thomas”, el que siente y llora, el que sonríe a los otros ríe con ellos. Ese es el Thomas que yo veo cuando le miro los ojos, ese es el Thomas que se refleja en sus ojos cuando está herido.

El Thomas por el que yo, sin pensarlo, ayudaría hasta gastarme las uñas.

Después de comer, los dos subimos a mi recamara. De nuevo estábamos en silencio, pero al parecer ninguno de los dos lo considerábamos un silencio incómodo o inaguantable. Me iba más a la posibilidad de que ambos teníamos muchas cosas que decir, y tratábamos de formular bien nuestras palabras. Aún así ninguno se decidió por hablar.

- Hmm…- suspiró con fuerza, cansinamente; se tomó una rasta y la se hacía caricias con ella en el cuello.

- ¿Qué pasa?- me miró, serio. Después negó y jugó con esa perforación.

- ¿Sabes perdonar?- arrugué la frente, mientras él me miraba serio, esperando la respuesta.

- Bueno… sí, creo que sí.

- ¿Perdonarías a la persona más mala del mundo?

- Sí, supongo que sí.

- ¿Incluso a la persona que se llevó a tu hermano?- me lo pensé bien, pero no me tomó más de unos segundos para asentir.

- La perdonaría.

- ¿Aunque tu hermano haya fallecido?- asentí. -¿Por qué?

- No sé… creo que todos merecemos una oportunidad más. Incluso la persona más castrante o mala.

- Pero puede haber personas que han matado o abusado de sus hijos, sin importarles las oportunidades que alguien les dé.

- Tal vez necesitan ser escuchados, tal vez necesiten a alguien que intente comprenderlos.- negó.

- ¿Perdonarías a mis padres por sacarme de una familia, por golpearme y prostituirme?

- Sí, pero ellos deben estar arrepentidos de verdad por eso.

- hmm

- ¿Por qué me preguntas esto?

- Eres una buena persona, niño… pero yo no los perdonaría por destrozar a una persona que no tiene nada que ver con ellos. ¿Cómo sé que mis padres biológicos siguen buscándome?... Quizá ya hasta me dieron por muerto…

- No lo creo.

- ¿Tus padres siguen buscando a Niklaus?

- Papá se dio por vencido hace poco…

- ¿Y tu mamá?

- Ella lo abandonó todo, intenta hacerse la idea de que mi hermano está muerto, pero sé que aún hay algo que la hace tener esperanzas.

- ¿Y tú?

- Cuando comprendí que mi hermano había sido secuestrado, pregunté a mamá que era realmente un secuestro. Ella comenzó a gritarme mientras lloraban; me dijo que personas malas se habían llevado a mi hermano, que podían lastimarlo y hasta matarlo.- ladeo la cabeza. – Para un niño de cuatro años, escuchar los sollozos de mi madre y sus palabras, me hicieron tener mucho miedo.

- ¿No lloraste?

- No. Sentía que había sido mi culpa.

- ¿Por qué?

- Yo tomaba la mano de mamá y la de Niklaus para cruzar la calle. Lo arrebataron de mi mano, y yo no pude hacer nada, solo mirar a mamá y decirle que un hombre lo había cogido.- Bajé la mirada. –Puedo recordar sus gritos claramente, y después los de mamá, tratando de perseguir el auto en el que lo habían llevado.
>> Me puse mal, me llevaron con médicos. Y al pasar solo un año, lo olvidé todo casi por completo. Era feliz, y eso ponía a mamá más tranquila. No es que no siga esperando que vuelva, es que por muchos años no sabía de su existencia, así que no le prestaba importancia.

- De verdad me da pena oír eso. Pero tú no eres culpable por lo que le pasó. Al menos si yo fuera ese hermano tuyo, nunca te culparía por lo que pasó.- sonreí.

- Gracias…

- Sabes, me pasó algo…

-¿Quieres contarme?

- Bueno, fue hace diez años…

By tom

Flashback

- Thomas, es hora de comer, ¡baja pronto!- corrí escaleras abajo, torpemente. Caminé al baño, ahí estaba Rony, intentado tomar el jabón de manos; con un pequeño salto, pude tomarlo, dispuesto a pasárselo, pero él me miró enojado.

- ¡Yo estaba primero!

- Ya sé, solo…

- ¡Mami, Thomas me quiere ganar el jabón!

- ¡THOMAS!- la miré acercarse a mí y apretar mi mano hasta que soltara la barra de jabón. Cuando lo hice, ella lo tomó y se la dio a Rony, mientras acariciaba su cabeza. -¡Ya sabes que Rony va primero!

- Yo solo le quise ayudar con el jabón…- bajé la mirada.

- El puede hacerlo solo, no necesita de una criada.

Después nos sentamos en la mesa, mamá me sirvió arroz y huevo. Miré el plato de los demás. Ellos tenían un pedazo de carne que olía delicioso. Me confundí de pronto, no comprendí mucho lo que pasaba.

- Mami…

- Jane.

- Jane… ¿puedo comer yo de eso?...- negó. -¿por qué?

- Dime una cosa, ¿crees que te lo mereces?

- Le ayudé a mi hermano a tomar el jabón…

- Dile Rony, él no es igual que tú.- asentí. –Y no le ayudaste, querías ganarle. Ahora volveré a preguntar, ¿lo mereces?

- No…

- Entonces come eso.- asentí.

- No me gusta el huevo…- papá me miró serio.

- ¡Cómetelo!- lo piqué hasta reventar la yema del huevo. Traté de apartarlo del arroz, pero era tarde, se había combinado todo.

- ¡Mami, se me arruinó!...

- Vas a acabártelo.

- No quiero… que asco…- sentí una fuerte palmada de papá en mi nuca.

- ¡Cómelo!- negué.

- No quiero, no quiero, no quiero.- mamá se levantó de la silla y me tomó por los brazos, obligándome a subir por las escaleras. Me encerró en mi recámara y tomó un zapato mío.

- ¿Crees que está bien desechar la comida?- negué. -¡eres un idiota!- me pego en la espalda con el zapato, hasta hacerme llorar con fuerza, hasta cansarse.

- Ya, mami…perdón…ya no me pegues…

- ¡Ya sabes cómo debes llamarme tú! ¡Tienes ocho años, Thomas, deberías comportarte como tal! - me dio un manotazo en la mejilla.

- Jane…

- Vas a quedarte aquí hasta mañana.- se salió y me encerró.

- ¡Mami, por favor!, ¡ábreme!, ¡ábreme!

Flash now

- Dos veces Derek entró para hacerme callar a golpes. Pero no lo hice, le grité a mi Jane para que me sacara de ahí hasta quedarme dormido.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Capitulo 20


- Thomas, ¿al menos sabes dónde estamos?

- Eso creo.- se carcajeó.

- Quiero volver a la fiesta, por favor.- negó.

- Aquí será más divertido.

- ¡Quiero volver, Thomas!

- ¿No confías en mí?

- ¿Debería?- asintió. –Qué estúpido eres.

- Mira, llegamos.- apuntó. Era una casa pequeña, con las luces prendidas y la música rebotando por las ventanas. Había personas fumando afuera y otras que apenas alcanzaba a percibir dentro de la casa,

- ¿Otra fiesta?- dije fastidiado, mirándolo. Él me sonrió y asintió.

- Pero no es solo “otra fiesta”, es algo así como, de las mejores fiestas.

- Lo que dices no tiene sentido alguno, ¡volvamos!

- Bebemos y fumamos un poco, y después volvemos.

- No, Thomas.

- Oh, vamos, no pasará nada, te lo aseguro.

- He aprendido a creerte la mitad de las estupideces que dices.

- Mira, te prometo que si la fiesta empieza a tocarte los huevos nos vamos, aunque me tengas que llevar al auto a rastras. Lo prometo.

- Una promesa significa una mierda para ti.

- Esta vez no será así, sino, mira- me mostró las llaves de su auto y me tomó las manos, poniéndolas en ella. –Puedes irte tú y dejarme aquí solo, sin consciencia de lo que me puede pasar y de lo mal que me irá con Derek si no llegó a casa.- sonreí.

- Bueno, está bien.

[…]

- Mhh, mierda…- la cabeza me daba fuertes y dolorosas punzadas. Abrí los ojos y me encontré sobre una cama, cubierto con una cobija azul cuelo. Fruncí el ceño al razonar de quien era esa cama. -¿Thomas?

Abajo se escuchaban algunos gritos furiosos. De seguro eran de Tom y su padre. La cabeza me daba vueltas, ni siquiera sabía que mierda hacía en este lugar a estas horas de la mañana. La puerta se abrió sin cuidado y ahí lo vi, cargando un plato con cereales con leche y un vaso con jugo.

- Cómete esto, te bajará la cruda.- me pasó el plato y después tiró al suelo algunos objetos para que el vaso pudiera estar ahí. –Ni una palabra sobre la comida, no tengo algo más que darte; el hijo de puta de Derek se lo acabó.

- No te preocupes por eso…- dije metiéndome la cuchara a la boca. Después de tragar, hablé. –¿Me puedes decir que mierda hago aquí?, Recuerdo estar en esa fiestucha, pero después no logro recordar nada… por cierto, ¿quién te hizo esos golpes en la cara?

- Te metiste una buena cantidad de coca. Después me avisaron que peleabas con unos estúpidos y tratando de defenderte me soltaron un par de golpes en la cara.- bajé la mirada, avergonzado.

- ¿Por qué me defendías?

- Porque seguro tu mamá me mataría si se entera que su hijo murió a  golpes por mi culpa.

- Gracias…

- Te salvé el culo esta vez, pero a la próxima intenta no drogarte demasiado.

- Ni siquiera recuerdo todo con claridad.

- A veces es mejor dejarlo así.- asentí. Le di un trago al jugo, y traté de no devolverlo. Mierda que asco…estaba amargo, demasiado… -Algo huele mal…- dijo, deformando la cara con asco.

- ¿A qué te refieres?

- No sé, huele a mierda.- se frotó las manos, mirándome. -¿Las cobijas olían bien cuando dormiste?- preguntó con nerviosismo.

- Sí, bueno, incluso huelen bien. ¿Tu padre ha cambiado de opinión sobre lavarlas?- negó.

- Después de que cierta personita me dijo que era asqueroso dormir con esa peste, las lavo a mano cada semana.- sonrió. –Apenas voy aprendiendo, me tengo que enseñar solo ya que nunca tuvimos una madre que nos educara.

- ¿Tuvimos?- asintió. -¿tu padre y tú?

- Quizá nunca te lo conté, pero tengo un hermanastro.

- ¿De verdad?- asintió.

- Se llama Rony.

- Nunca me lo dijiste.

- A Rony me lo paso por las pelotas…

- Entonces no lo quieres.-reí. Él negó.

- Derek nunca lo ha obligado a hacer lo que yo hago, jamás le ha puesto la mano encima ni le ha maldecido. De los tres, creo que Rony es quien tiene una recamara preciosa. Derek lo sobrevalora demasiado en realidad… es que… él no es adoptado.

- ¿Has hablado con él sobre eso?- levantó las cejas con sarcasmo.

- Lo he hecho, pero me costó un brazo fracturado y quedarme sin vista de un ojo.

- ¿No ves con un ojo?- pregunté sorprendido. Él rió.

- veo un 53% con este ojo.- se apunto el izquierdo.

- ¿Puedo preguntarte algo?- asintió. -¿Por qué te adoptaron a ti?

- ¿No es obvio?- me encogí de hombros. –Necesitan dinero para su estúpido bienestar.

- Del dinero que ganas, ¿no te dan un centavo?

- Claro, me dan el dinero para ponerme en forma… ya sabes…insisto, algo apesta a mierda…

Se acercó a mí, olfateando todo cerca de la cama, hasta llegar al vaso vacío. Lo tomó en sus manos y metió la nariz; se sacó el vaso con fuerza, teniendo arcadas.

- ¡Qué asco!, ¿cómo pudiste beberte eso?... ¿por qué no me dijiste que sabía a mierda?, ¡eso está podrido, Bill!

- No sabía tan mal.- mentí.

- Derek es un hijo de puta…me dijo que estaban bien las frutas…

- ¿Tú lo has hecho?

- Sí… bueno, no me salen tan bien, pero sé que no fue mi culpa que esa naranja estuviera podrida..

- Deja de darle vueltas a eso, Thomas, está bien.- sacó una pequeña sonrisa. -¿Tú ya has desayunado?

- No.

- Bueno… podemos ir a desayunar a mi casa…

- No me digas que eso también esta malo.- dijo molesto.

- No, no, esta bueno, pero, no puedes quedarte sin desayunar.

- Estoy acostumbrado.

- Yo no estoy acostumbrado a que mis amigos pasen hambre.- me miró confundido.

- ¿amigo?, ahora me consideras un amigo.

- Bueno… yo sí.- sonreí. –Aparte no puedes negarme la invitación, tú me defendiste de una pelea.

- Eres muy extraño, pero bueno, acepto ir.- sonrió de lado. Me levanté de la cama.

- ¿No le avisas a tu papá?- negó.

- Claro que no.

- Pero puede golpearte.

- Me importa poco. Deja eso en la cama, después lo recojo yo.

- No, claro que no.

- ¡Que ahí lo dejes!- me gritó.

- Tranquilo…- lo dejé en la cama. Él sonrió.

Salimos de su casa, en su auto, y nos dirigimos a mi casa. Ni siquiera sabía cómo lo iba a tomar mamá, siempre iba a casa de Andy por mí, y ahora que no estaba, seguro que algunos azotes contra la pared al menos si me daría. Pero estaba con Thomas, el mismo imbécil al que comenzaba a agarrarle cariño de nuevo.

domingo, 19 de agosto de 2012

Capitulo 19


- Bill- me tomó de la mano, con poca fuerza. Lo miré a los ojos, molesto; él lamió sus  labios. -¿no piensas contestarme?

- No.

- ¿Por qué?- me carcajeé con sarcasmo.

- No me puedo creer que aun pienses que voy a seguir como un perro olfateándote el trasero cuando quieras.

- ¿Nunca vas a perdonarme?, ya son ocho meses en los que no me has hablado y me ignoras.

- ¡No me importa!

- No te alteres, tranquilízate un poco.

- ¡Suéltame!- lo hizo. Me miró a los ojos con seriedad. -¡DEJA DE MIRARME ASÍ!

- ¿Así cómo?

- ¡Así!, Eres un jodido idiota, Thomas.

- Ya, puedes decirme Tom.- le di la espalda, caminando lejos.

Son ocho meses y no hay noticias muy buenas, salvo que he salido de ese lugar y William se fue –si tengo suerte para siempre-. No quería hablar con Thomas y no dejaba de escuchar un “te lo dije” de Gustav siempre que caía y le hablaba.

Siempre venía y tocaba a mi puerta, pero al último se iba sin su victoria. No entendía porque me buscaba después de que le importó un huevo lo que yo sentía. Era mi turno de ser el malo; ya no dejaría que él fuera las riendas de mi camino.

[…]

Hoy era el cumpleaños del rubio, lo que significaba que habría una gran fiesta en pocas horas, que no terminaría hasta la mañana siguiente. Todos querían asistir a sus fiestas, y yo, por mala o buena suerte, soy uno de sus mejores amigos, y por eso ni siquiera necesito invitaciones para asistir. Pero odiaba esas fiestas donde pasaba de todo.

- Vente desde ahorita, amigo.- dijo, riendo.

- No lo creo, necesito arreglarme.- él se carcajeo tan fuerte que tuve que separar el auricular de mi oído.

- Siempre te tomas cuatro horas en arreglarte y terminas como si acabaras de despertar.

- Ya, pero es tu culpa, ¡siempre haciendo fiestuchas salvajes!

- ¡”fiestuchas salvajes”!- volvió a carcajearse. – te traes tus cosas a mi casa y ya, ¿sí?

- Bueno, está bien.

- ¡Gracias!, y así puedes ayudarme a escoger el alcohol.

- ¡Tan temprano y pensando en el alcohol!- me reí. – Bueno, ya voy a tu casa, adiós.

- Adiós, te espero.- reí y después corté la llamada.

Puse mi ropa en una mochila blanca, cepillé mis dientes y después bajé las escaleras, en busca de mamá. Ahí estaba, lavando los platos con delicadeza; cuando me miró, sonrió, y al ver mi mochila se puso seria.

- ¿A dónde te irás a dormir ahora?

- Iré a la casa de Andy, recuerda que es su cumpleaños hoy.- ella negó.

- Ten cuidado, ¿sí?- entorné los ojos.

- Sí, mamá. Adiós, te quiero.

- Y yo a ti, Bill.

[…]

7:27 P.M

- ¡Mierda, mierda, es tarde!- él me miró con indiferencia.

- ¿Tarde para qué?- me detuve a mirarlo con seriedad y negué.

- Para tu fiesta, ¿ya no la recuerdas?- él se burló de mi con su mirada, ahogando sus carcajadas con la cerveza que llevaba en sus manos.

- Puedes entrar al baño a penarte.- sonreí. Me saqué la playera y la doble con cuidado sobre su cama.

- Hey, Rubio, ¿te gustaría prestarme algo de desodorante?, para que lo olvide en mi casa.- decía mientras me ponía mi camisa.

- Todo lo que necesites está en el baño, Bill.

- Gracias.- quité mi pantalón y me puse uno negro algo ajustado. Después me fui al baño y saqué mi alisadora para mi cabello.

Al terminar, me puse maquillaje en mis ojos y algo de brillo en mis labios. Salí del baño. Andreas quitaba sus pantalones tratando de hacer equilibrio con sus piernas.

- Eh, Bill, ¿me puedes pasar mi pantalón?

- ¿Cuál de todos, Andreas?- reí.

- El rasgado, mi favorito.- asentí y fui a sus armario, buscándolo por todos los lugares hasta encontrarlo, después de lo tendí y él lo agarró. –Gracias.- el saco una pequeña carcajada aguda.

- ¿Qué, de qué te ríes?- dije sonriendo.

- Te estás poniendo guapo para Thomas, ¿no?- dejé de beber la cerveza y lo miré con confusión mientras tragaba el líquido.

- ¿Para Thomas?

- Ajaam…- emitió mientras abrochaba sus tenis.

- ¿A qué te refieres con Thomas?, ¿Quieres decir que lo invitaste a tu fiesta?- dije casi en un grito.

- Claro, ¿por qué no?, solo quise hacer a mi mejor amigo feliz.- puse mi mano en mi frente, algo enfadado, -¿Qué pasa?

- No… nada.- fingí una sonrisa. –Ya no lo considero interesante, Andreas… ya no quiero volver a hablar con él.

- ¡¿De verdad?!- asentí. -¡¿Por qué¡?- lo miré incrédulo. –Ahh… por eso…

- ¡Sí, por eso!

- Bueno, pues entonces no le hables y ya, no le puedo decir que ya no venga.- asentí.

[…]

La casa de Andy está llena de personas que bailaban y tomaban como unos locos. De pronto me perdí de Andy, y ahora estaba yo solo, buscando a algún conocido cerca. Gustav no vendría, entonces ahora estaba solo; al menos no había visto a Thomas hasta ahora.  Tomé un vaso con alcohol y le lo llevé a los labios, mirando a todos desde el sofá.

El sofá se hundió a mi lado y sentí un cosquilleo en mi cuello al sentir un brazo en mis hombros. Miré a mi lado… Thomas… Mis fosas se inundaron de su olor, y al ver su sonrisa, mis ganas por responderle con una crecieron. Pero no lo hice, solo entorné los ojos y bufé.

- ¿Cómo estás, mariconcito?

- Estaba bien, hasta que llegaste.- dije sin mirarlo.

- Se notaba que te divertías demasiado.- dijo con sarcasmo.

- Es más divertida mi propia compañía que la compañía de un jodido imbécil.- fingió una cara de indignación.

- No seas tan grosero.- se carcajeó. Tomé su brazo y lo quité de mis hombros, mientras bebía más alcohol.

- ¿Y como está tu padre ahora?

- No te importa.- le dije cortante. Él me sacó mi vaso y bebió de mi bebida. -¡¿Qué te pasa?!- él solo rió y me regreso el vaso a mis manos.

- Escuché que salió del hospital.- lo miré y me carcajeé.

- Sí, entonces tú eres de esos idiotas.

- ¿Cuáles idiotas?- preguntó serio.

- De esos que se creen todos los rumores.

- Ah, ¿entonces no es verdad?

- A ti no te importa, ¿bien?, no te diré nada privado.

- Como testigo de lo que hiciste tengo derecho a saber que pasó, ¿no crees?

- No, no tienes.

- ¿Por qué no?- preguntó mientras reía y volvía a quitar mi vaso de mis manos.

- ¡Porque no quiero, Thomas!, ¡vete de aquí!

- Los dos estamos solos, al menos deberíamos hacernos compañía el uno al otro.

- Yo no estoy solo.- el levantó las cejas, burlón. –Andy acababa de irse cuando llegaste.- mentí. Me miro con seriedad, ladeando la cabeza; después una sonrisa se asomó en sus labios. -¡Bien!, entonces hagámonos compañía.- suspiré.

- Bueno.- él se acercó más a mí.

- ¡Hey, pero aléjate un poco!- se carcajeó.

- Ya, ya, lo siento.- se levantó del sofá, dejándome solo, pero después volvió con dos pares de vasos en sus manos, pasándome dos. –Aquí nuestra diversión de esta noche.- dijo mirándome a los ojos. Sonreí.

Tome del vaso, al igual que Thomas lo hacía. No hablamos por unos largos minutos, pero la verdad era que ya me había aburrido más de lo normal, así que decidí entablar una conversación con él.

- Creí que te gustaban las fiestas como estas.- negó, sin mirarme.

- Me gustaban.

- ¿Qué pasó?

- Me cansé de las mujeres como esas.- apuntó, carcajeándose. – ¿Y tú?

- Son demasiado para mí…- tomé el segundo vaso y bebí. Él se recargó más en el respaldo del sofá, abriendo sus piernas y sacando un fuerte suspiro.

La noche pasaba, creo que estaba demasiado ebrio, pero aun consciente… algo. Seguíamos sentados en ese sofá, los dos juntos, separados de esas personas que no se cansaban de bailar, tomar, fumar  y gritar.

- ¿Sabes? Esto es aburrido.- me dijo, meneando su vaso.

- Estoy de acuerdo.- dije sacándole el vaso de sus manos y tomándome lo yo. Él sonrió.

- ¿Quieres?- entre buscó en sus bolcillos una cajetilla con cigarrillos. Yo asentí, y tome uno, llevándomelo a los labios. Él encendió el encendedor y me lo prendió, al igual que hizo con uno para él.

- Humm…

- “Humm” ¿qué?- me dijo.

- Todo esto es aburrido, mejor me voy a casa…- me levanté de ahí, pero él me tomó el brazo.

- ¿Por qué no salimos?- dijo echando el humo de sus labios.

- ¿A dónde?

- Sé un lugar que puede gustarte…- le di un sorbo al vaso y asentí. Después de todo no tenía nada más que perder.

- Bueno…- se levantó y tomó otro par de vasos, dándome uno, yo sonreí y caminamos fuera de la casa. Entramos en su pequeño auto blanco. -¿Thomas?- me miró. -¿Vas a manejar así?

- ¿Así cómo?

- Tan ebrio.- se carcajeó.

- Descuida, que no estoy tanto.- yo asentí. Eructó con fuerza, y metió las llaves, prendiendo el auto.

- EHH, ¡qué asco!- me di aire con mi mano. Él negó y bajó la ventanilla.

Arrancó. Eran las 4:03 de la madrugada según el reloj del auto; era una mañana algo fría, pero no demasiado. Thomas había prendido la radio, en donde una mujer daba las noticias de la capital y de otras ciudades. Era tan aburrido. Y pareció que leía mi mente, pues cambió la estación, en donde daban música algo vieja; pero todo era mejor que las absurdas noticias.

Él no hablaba en todo el camino, tan solo golpeaba el volante con sus pulgares al ritmo de las canciones y de vez en cuando daba un sorbo a su vaso con alcohol. Quité mis botas y subí los pies al asiento.

- ¿Thomas?- le llamé.

- Hmm

- ¿A dónde vamos?- dije al darme cuenta de que ya no estábamos en la ciudad. Estábamos por la carretera.

- Ya verás.

- Bien.- conseguí decir. Subí la ventanilla al sentir el frío más fuerte chocar en mi piel. Thomas parecía no sentirlo, pero al mirarme, encendió la calefacción de su auto. Pero nada se arregló, incluso sentí más frío. –Mejor regresamos, estás ebrio, Thomas.

- Y tú también.

- Pero no vengo al mando.- él solo negó.

- Casi llegamos.- sonrió.