Este día llegue a la universidad bastante temprano, y la
razón no había sido otra más que la terrible noche llena de preguntas absurdas
que había pasado. Nunca me sentí de esta forma, pero aun así, no dejaría que
los demás vieran que podía ser tan sentimental como un bebé.
Me senté en mi escritorio, viendo la oscura mañana. Y de
repente Andreas llego, perfumando el lugar con su loción, la cual me causo un
poco de nauseas, pero se pasaron pronto. Él se sentó y me echó una mirada seria,
pero pronto la quita de encima de mí. Después se escucharon risas, y una de
ellas era ya muy conocida para mí: la de Bill. Por primera vez después de
tantos años, me sentí nervioso de verlo y hasta de sentir su presencia. Tenía
una gran sonrisa, y su mochila colgada en solo un hombro, después se sentó
junto al de lentes.
[…]
Nunca ponía atención en las clases, pero esta vez pude
excederme, solo miraba la ventana, sintiendo algo realmente extraño, como si me
hubieran mentido por tanto tiempo y encontrarme con la verdad de una forma nada
linda o tal vez correcta. Me sentía engañado.
Salimos a la cafetería. Georg y yo nos sentábamos siempre
apartados de todos con una o dos compañeras lindas; pero esta vez me sentía tan
imbécil. No las miraba, tampoco comía ni prestaba atención a las estúpidas
conversaciones de siempre; esta vez solo miraba a Bill sonriendo con sus
amigos, comiendo con delicadeza, limpiando sus labios con una servilleta. El timbre sonó y me levanté rápidamente; de
aquí en adelante tenía el día libre en la universidad, y por primera vez en
todo el tiempo que llevaba aquí, iba a aprovecharlo para aclarar mis
pensamientos absurdos.
- ¡Thomas!- jaló mi mano con delicadeza, era tan débil.
- ¿Qué quieres?- dije enojado, o tal vez, fingiendo estar
enojado.
- quiero hablar contigo, por favor.
- ¿no tienes que entrar a clases?- sacó aire mirando su
celular y después negó.
- no, es más importante hablar contigo.
- no, no quiero hablar ahora.
- por favor, Thomas, es necesario, ¡lo necesito de
verdad!
- está bien, pero que sea rápido.- asintió y me tomo de
nuevo la mano, llevándome hasta el jardín, en donde hacía demasiado aire, tanto
que su cabello cubría su cara aunque él mismo se los quitara con sus manos.
- ¿viste el sobre?- rodee los ojos y mordí mi
perforación, enojado.
- sí, sí lo vi.- sonrió.
- ¿entonces ahora si me crees?
- no.- su cara se deformo con sorpresa.
- ¡¿por qué no?!
- ¡tú y yo no podemos ser hermanos, estás loco!
- mierda, ¡si somos, Thomas! ¿No viste la fotografía?
- sí, puede ser coincidencia, ese niño no soy yo, ¡tú
tienes el cabello negro!
- ¡Me lo pinto, Thomas! ¡¿Por qué no quieres aceptarlo?!
¡Reconoce que eres tú!
- ¡no voy a reconocer una mentira, TU Y YO NO SOMOS
HERMANOS! ¿Por qué no aceptas que tu hermano esta muerto?
- ¡no está muerto, al menos que tu lo estés!
- ¡a tu hermano lo secuestraron, a tu hermano se lo
llevaron!
- ¡no es cierto!
- ¡deberías hablar más con tu mamá!- se acercó un paso
más a mí, estábamos tan cerca, rompiendo la respiración del otro, sintiendo su
cálida respiración en mi rostro, mirando sus grandes y maquillados ojos.
Recorrí su cara con mi mirada, buscando algo, tan solo una cosa que me hiciera
darme por vencido y aceptar nuestra fraternidad. Pero no lograba ver nada. Su
cara era perfecta, sus facciones también, y las mías no lo eran. Nuestros ojos
se asemejaban demasiado, pero los suyos se veían más profundos, con un color
que reflejaba algo más que solo la desesperación que tenía conmigo.
- tú y yo somos hermanos.
- ¡mierda, que no!
- ¡SI SOMOS!- sentí su mano apretando mi nuez con fuerza,
cortándome la respiración de una forma brusca. Su cara enrojeció y apretaba su
quijada con enojo. Mi fuerza se desvaneció y no podía hacer nada por quitármelo
de encima. Quite las vendas de uno de sus brazos, y él me soltó por instinto,
cubriendo su muñeca son su mano contraria.
- ¡¿Qué mierda te pasa!?- agarré mi cuello, recobrando la
respiración.
- ¡¿Qué te pasa a ti?!- agarró la venda e inútilmente
intentaba ponérsela de nuevo, pero no podía, sus manos temblaban con fuerza.
- un día vas a acabar matándome.- empezó a llorar,
tocando sus heridas con sus dedos. -¡¿y ahora porque lloras?!
- déjame en paz.
- ven aquí, déjame te ayudo con eso.- jalé su brazo y
puse el vendaje otra vez. Él sonrió. -¿no tienes que ir a clases?- negó.
- ¿puedo quedarme contigo?
- no.
- por favor, no quiero estar solo con él.
- ¿William?- asintió. - ese idiota no puede hacerte nada,
Bill, ¡entiéndelo, él solo es obra de tu imaginación!
- no es cierto, él habla conmigo, ¡lo veo desde que era
pequeño!
- está bien, Bill, puedes estar conmigo, ¡pero hay una
condición!
- la que sea.- sonrió.
- ¡no quiero que hables de ese estúpido de William!
- bueno, lo prometo.- asentí.
[…]
Estoy aquí, por alguna razón extraña, sentado en el
comedor de la casa de Bill. ¿Sería que mi puto subconsciente me jugaba una muy
MUUY mala pasada?, no quería estar con ese mariconcito loco, pero había algo, quizá
la responsabilidad que con indirectas su mamá me había otorgado.
- ¿Cómo le fue en la universidad a mi bebé?
- ¡mamá!- gritó.
- ¿qué?
- me avergüenzas…- susurró fuertemente, pude escucharlo y
reí.
- lo siento.
- me fue bien…
- ¿tomaste tus vitaminas?- mire a Bill.
- sí, mamá, si las tomé.- ella sonrió.
- ¿y a ti, Thomas? ¿Cómo te fue?- la miré.
- ¿A mí?- ella asintió. –Igual que siempre.- quité mi
mirada de la suya.
- ¿en qué estás estudiando tú?
- en nada.- me miró confundida. –No quiero estudiar
nada.- rodee los ojos. La puerta se abrió, un hombre alto de cabello marrón, metió
las llaves en su pantalón. El ruido de una silla rechinando con el suelo me
sordeó un poco, haciendo que mirara. Era Bill, se levantó de la silla y corrió
hacia ese hombre, dándole un fuerte abrazo, mientras él, cargaba a Bill en sus
brazos con tanta facilidad.
- ¡que cariñoso estas hoy! ¿Hay algo que quieras
pedirme?- negó.
- no, hace mucho que no te veía.
- empieza a fastidiarme el trabajo, no puedo verlos con
mucha frecuencia.- me miro con
espanto y después miró a Bill. -¿quién es él?- Bill sonrió.
- es, Thomas, mi amigo.- ¡AMIGOS! Ese idiota no entendía
la palabra “no”. Él y yo no éramos amigos, y mucho menos ahora. Me escondí tras
mis rastas, inclinándome hacia enfrente. No tenía ni quería tener la educación
para saludarlo.
[…]
- ¿tienes que salir hoy?- preguntó, brincando sobre la
cama, quitando sus zapatos y aventándolos lejos.
- no, no voy a salir.- me quedé de pie en frente de la
puerta, no quería ser sorprendido con otra arma que guardara en su cama.
- ven, siéntate aquí.- golpeo las cobijas y me miro con
una sonrisa.
- eh…no…
- ¿por qué no? no voy a hacerte nada.- sí, claro…Eso era
lo que decía.
- bueno.- camine y me senté en ella, mirándolo.
- ¿puedo pedirte algo? Pero no te enojes, ni pienses mal.
- ¿Qué es?
- quiero que te quedes en la noche, conmigo.- lo miré con
asco.
- ¡claro que no, estás loco!
- por favor, puedo dormir en otro lado, así no estás
conmigo, pero quiero llevarte a un lugar.
- ¿Por qué no vamos ahora?
- ¡porque mamá nos vigilaría! ¡Me tiene vigilado todo el
día, piensa que estoy loco!
- ¿y no estás?
- ¡no, no estoy loco! ¡Pero quédate, por favor!
De alguna forma prefería sufrir las consecuencias con
Derek, de alguna forma prefería no tener dinero para comer. Había algo en Bill
que me hacía querer ceder a todo lo que me pedía, como si fuera mi amigo, pero
él no lo era. La realidad es que no lo soportaba, pero me sentía a cargo de él,
como si fuera su protector…y eso me hacía sentirme tan idiota y maricón…pero…accedí…
- está bien…- sonrió.