lunes, 28 de mayo de 2012

capitulo 14


Este día llegue a la universidad bastante temprano, y la razón no había sido otra más que la terrible noche llena de preguntas absurdas que había pasado. Nunca me sentí de esta forma, pero aun así, no dejaría que los demás vieran que podía ser tan sentimental como un bebé.

Me senté en mi escritorio, viendo la oscura mañana. Y de repente Andreas llego, perfumando el lugar con su loción, la cual me causo un poco de nauseas, pero se pasaron pronto. Él se sentó y me echó una mirada seria, pero pronto la quita de encima de mí. Después se escucharon risas, y una de ellas era ya muy conocida para mí: la de Bill. Por primera vez después de tantos años, me sentí nervioso de verlo y hasta de sentir su presencia. Tenía una gran sonrisa, y su mochila colgada en solo un hombro, después se sentó junto al de lentes.

[…]

Nunca ponía atención en las clases, pero esta vez pude excederme, solo miraba la ventana, sintiendo algo realmente extraño, como si me hubieran mentido por tanto tiempo y encontrarme con la verdad de una forma nada linda o tal vez correcta. Me sentía engañado.

Salimos a la cafetería. Georg y yo nos sentábamos siempre apartados de todos con una o dos compañeras lindas; pero esta vez me sentía tan imbécil. No las miraba, tampoco comía ni prestaba atención a las estúpidas conversaciones de siempre; esta vez solo miraba a Bill sonriendo con sus amigos, comiendo con delicadeza, limpiando sus labios con una servilleta.  El timbre sonó y me levanté rápidamente; de aquí en adelante tenía el día libre en la universidad, y por primera vez en todo el tiempo que llevaba aquí, iba a aprovecharlo para aclarar mis pensamientos absurdos.

- ¡Thomas!- jaló mi mano con delicadeza, era tan débil.

- ¿Qué quieres?- dije enojado, o tal vez, fingiendo estar enojado.

- quiero hablar contigo, por favor.

- ¿no tienes que entrar a clases?- sacó aire mirando su celular y después negó.

- no, es más importante hablar contigo.

- no, no quiero hablar ahora.

- por favor, Thomas, es necesario, ¡lo necesito de verdad!

- está bien, pero que sea rápido.- asintió y me tomo de nuevo la mano, llevándome hasta el jardín, en donde hacía demasiado aire, tanto que su cabello cubría su cara aunque él mismo se los quitara con sus manos.

- ¿viste el sobre?- rodee los ojos y mordí mi perforación, enojado. 

- sí, sí lo vi.- sonrió.

- ¿entonces ahora si me crees?

- no.- su cara se deformo con sorpresa.

- ¡¿por qué no?!

- ¡tú y yo no podemos ser hermanos, estás loco!

- mierda, ¡si somos, Thomas! ¿No viste la fotografía?

- sí, puede ser coincidencia, ese niño no soy yo, ¡tú tienes el cabello negro!

- ¡Me lo pinto, Thomas! ¡¿Por qué no quieres aceptarlo?! ¡Reconoce que eres tú!

- ¡no voy a reconocer una mentira, TU Y YO NO SOMOS HERMANOS! ¿Por qué no aceptas que tu hermano esta muerto?

- ¡no está muerto, al menos que tu lo estés!

- ¡a tu hermano lo secuestraron, a tu hermano se lo llevaron!

- ¡no es cierto!

- ¡deberías hablar más con tu mamá!- se acercó un paso más a mí, estábamos tan cerca, rompiendo la respiración del otro, sintiendo su cálida respiración en mi rostro, mirando sus grandes y maquillados ojos. Recorrí su cara con mi mirada, buscando algo, tan solo una cosa que me hiciera darme por vencido y aceptar nuestra fraternidad. Pero no lograba ver nada. Su cara era perfecta, sus facciones también, y las mías no lo eran. Nuestros ojos se asemejaban demasiado, pero los suyos se veían más profundos, con un color que reflejaba algo más que solo la desesperación que tenía conmigo.

- tú y yo somos hermanos.

- ¡mierda, que no!

- ¡SI SOMOS!- sentí su mano apretando mi nuez con fuerza, cortándome la respiración de una forma brusca. Su cara enrojeció y apretaba su quijada con enojo. Mi fuerza se desvaneció y no podía hacer nada por quitármelo de encima. Quite las vendas de uno de sus brazos, y él me soltó por instinto, cubriendo su muñeca son su mano contraria.

- ¡¿Qué mierda te pasa!?- agarré mi cuello, recobrando la respiración.

- ¡¿Qué te pasa a ti?!- agarró la venda e inútilmente intentaba ponérsela de nuevo, pero no podía, sus manos temblaban con fuerza.

- un día vas a acabar matándome.- empezó a llorar, tocando sus heridas con sus dedos. -¡¿y ahora porque lloras?!

- déjame en paz.

- ven aquí, déjame te ayudo con eso.- jalé su brazo y puse el vendaje otra vez. Él sonrió. -¿no tienes que ir a clases?- negó.

- ¿puedo quedarme contigo?

- no.

- por favor, no quiero estar solo con él.

- ¿William?- asintió. - ese idiota no puede hacerte nada, Bill, ¡entiéndelo, él solo es obra de tu imaginación!

- no es cierto, él habla conmigo, ¡lo veo desde que era pequeño!

- está bien, Bill, puedes estar conmigo, ¡pero hay una condición!

- la que sea.- sonrió.

- ¡no quiero que hables de ese estúpido de William!

- bueno, lo prometo.- asentí.

[…]

Estoy aquí, por alguna razón extraña, sentado en el comedor de la casa de Bill. ¿Sería que mi puto subconsciente me jugaba una muy MUUY mala pasada?, no quería estar con ese mariconcito loco, pero había algo, quizá la responsabilidad que con indirectas su mamá me había otorgado.

- ¿Cómo le fue en la universidad a mi bebé?

- ¡mamá!- gritó.

- ¿qué?

- me avergüenzas…- susurró fuertemente, pude escucharlo y reí.

- lo siento.

- me fue bien…

- ¿tomaste tus vitaminas?- mire a Bill.

- sí, mamá, si las tomé.- ella sonrió.

- ¿y a ti, Thomas? ¿Cómo te fue?- la miré.

- ¿A mí?- ella asintió. –Igual que siempre.- quité mi mirada de la suya.

- ¿en qué estás estudiando tú?

- en nada.- me miró confundida. –No quiero estudiar nada.- rodee los ojos. La puerta se abrió, un hombre alto de cabello marrón, metió las llaves en su pantalón. El ruido de una silla rechinando con el suelo me sordeó un poco, haciendo que mirara. Era Bill, se levantó de la silla y corrió hacia ese hombre, dándole un fuerte abrazo, mientras él, cargaba a Bill en sus brazos con tanta facilidad.

- ¡que cariñoso estas hoy! ¿Hay algo que quieras pedirme?- negó.

- no, hace mucho que no te veía.

- empieza a fastidiarme el trabajo, no puedo verlos con mucha frecuencia.- me miro con espanto y después miró a Bill. -¿quién es él?- Bill sonrió.

- es, Thomas, mi amigo.- ¡AMIGOS! Ese idiota no entendía la palabra “no”. Él y yo no éramos amigos, y mucho menos ahora. Me escondí tras mis rastas, inclinándome hacia enfrente. No tenía ni quería tener la educación para saludarlo.

[…]

- ¿tienes que salir hoy?- preguntó, brincando sobre la cama, quitando sus zapatos y aventándolos lejos.

- no, no voy a salir.- me quedé de pie en frente de la puerta, no quería ser sorprendido con otra arma que guardara en su cama.

- ven, siéntate aquí.- golpeo las cobijas y me miro con una sonrisa.

- eh…no…

- ¿por qué no? no voy a hacerte nada.- sí, claro…Eso era lo que decía.

- bueno.- camine y me senté en ella, mirándolo.

- ¿puedo pedirte algo? Pero no te enojes, ni pienses mal.

- ¿Qué es?

- quiero que te quedes en la noche, conmigo.- lo miré con asco.

- ¡claro que no, estás loco!

- por favor, puedo dormir en otro lado, así no estás conmigo, pero quiero llevarte a un lugar.

- ¿Por qué no vamos ahora?

- ¡porque mamá nos vigilaría! ¡Me tiene vigilado todo el día, piensa que estoy loco!

- ¿y no estás?

- ¡no, no estoy loco! ¡Pero quédate, por favor!

De alguna forma prefería sufrir las consecuencias con Derek, de alguna forma prefería no tener dinero para comer. Había algo en Bill que me hacía querer ceder a todo lo que me pedía, como si fuera mi amigo, pero él no lo era. La realidad es que no lo soportaba, pero me sentía a cargo de él, como si fuera su protector…y eso me hacía sentirme tan idiota y maricón…pero…accedí…
- está bien…- sonrió.

viernes, 25 de mayo de 2012

capitulo 13


- ¿Lo secuestraron?- repetí de una forma preocupante en mí. Ahora podía sentir algo del dolor que ella sentía.

- sí, cuando tenía cuatro años.- bajo la mirada, y su llanto se avecinaba.

- ¿cómo es que Bill no lo recordaba hasta ahora? Quiero decir que, Bill ya tenía razón.

- lo llevamos al psicólogo, hicieron que lo olvidara por completo. Le dimos pastillas para que lo olvidara, así no tendría que sufrir.

- no creo que haya estado bien que le haya ocultado eso.

- es que tu no lo entiendes; Bill se sentía culpable. Cuando lo secuestraron, Bill estaba a su lado, estaban tomados de la mano; se sintió el responsable de todo.

- ¿y cuando creció?

- él estaba contento con su vida, era inocente, como un niño; ya no recordaba a su hermano, siempre creyó que era hijo único. Me gustaba verlo feliz.

- Él me dijo que usted lloraba mientras abrazaba las ropas de un bebé. ¿Eran de él?

- así es. Es lo único que tengo de él, no puedo dejarlo ir aún.

- eso paso hace catorce años, señora. No debería estar así.- levantó la mirada, que ahora en lugar de lagrimas en ella, había ira.

- ¡¿cómo quieres que esté!? No sé qué le pasó, no sé qué fue de él.

- pero también tiene otro hijo, uno que está a su lado.

- y por eso se que está bien, ¡no sé nada de Niklaus, Thomas!

- puede que esté muerto.- dije seco. –pero aun tiene a Bill, debería prestarle más atención.

- ¡se la presto!, pero él está enfermo.

- en eso estoy totalmente de acuerdo.- me miro seria. - ¿puedo subir con él?- ella asintió.  Sin más contratiempos subí a su recamara, en donde él estaba en el suelo, mirando hacia la ventana, abrazando sus rodillas.

- Vete…- pronunció sin siquiera mirarme.

- no.- desdobló sus rodillas y me miró.

- ¿qué haces aquí, Thomas? No quiero verte.- sonreí.

- al fin vuelves a ser el mismo.- arrugó las cejas con confusión.

- ¿de qué hablas?

- oh, por favor, ¿Qué ya no recuerdas que intentaste matarme?

- yo no hice eso, fue William.- hice puño mis manos y mordí mis labios reteniendo las ganas de matarlo a golpes.

- deberías ir al doctor, no eres normal.

- deberías ir tu.

- Bill, en serio te lo digo, no es para joderte.

- ¡pues me jode aun que no quieras!

- ¿tú ves a William?- asintió. –pero si cuando estabas a punto de matarme lo mencionabas, ¡no es William el que intentó matarme, fuiste tú!

- William dice eso para que piensen lo que tú estás pensando. No era yo, era él.

- ¿cómo explicas tus brazos?

- Me dijo que lo hiciera, por fallar.

- ¿Fallar qué?

- la orden que él me dio.

- ¿por qué le hiciste caso?

- ¡porque era la verdad, si falle!

- Fallas en matar a las personas siempre que te lo dice, ¿es eso en lo que fallas?- bajo la mirada y mordió sus labios fuertemente.

- porque todos lo sabían… ¡todos lo sabían menos yo!- lo mire confundido, pero después pude saber de que hablaba.

- la única que lo sabía era tu mamá y quizá también tu familia.

- tú lo sabías…seguro mamá te cuenta cosas.

- no me cuenta nada.

- William me lo dijo, ¡me dijo que tu lo sabías! Era por eso que mamá siempre te miraba de esa forma, ¡porque eres mi hermano, Thomas!

- Bill, por favor entiende,- agarré sus muñecas con fuerza y lo miré a los ojos, un poco enojado. –A mi me adoptaron, Bill, ¡me adoptaron lejos de aquí!

- me dijiste que tu mamá traficaba niños, tal vez te llevó lejos.

- no sigas con eso, Bill, tu y yo no somos hermanos.

- ¿Cuántos años tenías cuando te adoptaron?

- cuatro o cinco, no lo recuerdo muy bien.

- ¡¿es que no te das cuenta?!

- ¿darme cuenta de qué?

- Thomas, ¡tengo un gemelo!, nació el primero de septiembre del 89, no está conmigo desde los cuatro años,  mamá te mira con cara de espanto cuando estás cerca de ella, tu mamá era traficante de niños… ¡somos hermanos, Thomas!

- es que eso no puede ser, no te creo ni una mierda. Mejor yo me voy a mi casa, adiós.

- ¡no te vayas!

- tengo que prostituirme.- me miro con sorpresa y yo comencé a reír fuertemente. –nunca este trabajo me había salvado de estar contigo, ahora me voy.

Salí de su casa y tome el autobús para dirigirme a la mía. Había algo, algo que no me dejaba estar completamente tranquilo, sentía escalofríos en mi espalda y los nervios comerme el estómago sin piedad. Pero intenté no pensar en él. Eché mi cabeza hacia atrás y cerré mis ojos, dispuesto a tomar una siesta, aun que no duró demasiado, un imbécil osó de picar mi hombro con fuerza.

- ¿está ocupado este asiento?- negué.

- no.

- ¿puedo sentarme?

- como quiera.- cerré mis ojos de nuevo y sentí su presencia aun más cerca de mí, pero no le presté atención y trate de dormir. - ¡yo me bajo aquí!- el autobús se detuvo y pase sin cuidado frente a ese hombre. Bajé del autobús y camine hacia la esquina de la calle, viendo ese horrible y maltratado lugar. Y ahí se encontraba mi casa, maltratada y con la puerta a punto de zafarse. Entré a ella y vi a Derek con una cara tan enfadada.

- ¿por qué no viniste cuando te dije?

- tenía cosas que hacer.

- ¿más importantes que ganarte la cena?

- seguro que sí.

- pues no me importa que es lo que tenías que hacer, ¡tu vienes cuando yo te diga!

- bien, lo haré para la próxima.- el empezó a sonreír.

- no.

- ¿no qué?

- ella te está esperando en tu habitación, y serán cuatro horas.

- ¡¿qué?! Estás loco, yo no lo haré ahora, es tarde y mañana tengo que ir a la universidad.

- eso a mí no me importa, sube pronto si no quieres perder más tiempo.

- no, ¡no lo haré!

- vamos, no me hagas ser duro contigo.

- por favor, Derek, no quiero esta vez, te prometo que mañana consigo el dinero, hoy no.- se acercó a mí y jaló el cuello de mi playera.

- ¡te estoy advirtiendo! ¿Quieres que te vuelva a echar a la calle?- le di un empujón y el sonrió, subí a mi recamara y ahí la mire, sentada en la cama, mirando hacia la ventana.

- al fin llegas.- dijo sonriendo.

- por favor, quiero que te vayas de aquí.

- no, no me iré. Tú sabes a lo que vengo.

- sí, pero no quiero hacerlo.

- pues tendrás que hacerlo, tu jefe me dijo que por haber llegado tarde harías lo que yo te dijera.

- está bien, pero hagamos esto rápido.- me acerqué a ella y tomé su cintura, ella quitó mi playera y empezó a acariciar mi torso. Besé se cuello.

- quítate toda tu ropa.- la mire con asco, últimamente no sentía lo de antes, se había hecho una asquerosa costumbre, la cual era tan común, y ya no me causaba ni curiosidad ni diversión. Me saqué mis pantalones junto a mi ropa interior dejándome expuesto ante ella; pero ya no sentía vergüenza, lo veía como algo normal. Ella comenzó a tocarme todo el cuerpo y después, mi entrepierna entró en su boca.

[…]

- ¿qué te pasa, Thomas?

- estoy cansado… no dormí hasta las 4 de la madrugada.

- tienes unas grandes ojeras, ¿qué hiciste ayer?

- estaba haciendo mi trabajo…

- ¿vendías en la madrugada? Nunca he visto un mercado abierto tan tarde.

- eh, no vendía en el mercado, ¿no te había dicho ya que no trabajo ahí más?

- no, no me lo habías dicho. ¿En que trabajas ahora?

- Emm, trabajo en… un restaurante, reparto la comida.

- ¿de verdad?- sonrió. Yo asentí. -¿en cuál?

- dices muchas preguntas, Georg. Luego te lo enseñaré.

- ¿por qué no vamos hoy?         

- no puedo, hoy no iré a trabajar.

- por eso te corren siempre de todos los trabajos, nunca vas.

- necesito ir a cuidar a Bill.

- ¿a Bill? ¿El mariconcito loco?

- el mismo.

- ¿por qué lo estás cuidando tu?

- llega un momento en la vida, en el que tienes que agradecerle a tus enemigos por ayudarte.

- pero si él no te ha ayudado en nada, solo en matemáticas.

- ya lo sé, y le estoy agradeciendo, no habría podido aprobar sin su ayuda.- Georg negó.

Era la hora de salida, agarré mi mochila y camine hacia la puerta con algunos libros en mis manos. Fui hacia los casilleros y ahí me lo encontré con su amigo de lentes; no pude ni abrir mi casillero cuando él ya me tenía la mirada encima y se acercaba a mí.

- tengo algo que enseñarte.- rodee los ojos.

- no, no quiero ver nada.- abrí mi casillero, pero él lo cerró de nuevo con su codo. -¡¿Qué es lo que te pasa?! Ve a joder a otra persona.

- por favor, Thomas, lo necesito.- mis manos empezaron a temblar y a decir verdad, su quijada también lo hacía…de nuevo iría a llorar.

- bueno, ¿Qué quieres?- sonrió.

- tienes que venir conmigo.

- pff, espérate entonces.- abrí mi casillero de nuevo y guardé mis libros. –Listo.- volvió a sonreír y miro a su amigo.

- Gustav, tengo que irme, nos vemos mañana.- él asintió y se marchó. –vamos, Thomas.

- ¿a dónde?

- tengo algo que enseñarte, ahora no tendrás de otra más que aceptar nuestra fraternidad.

- ¡no puedes ser más castrante, Bill!- bajó la mirada y se detuvo. -¿qué? ¿Qué te pasa ahora?

- me estoy esforzando desde que llegué a la universidad, por tu bien.

- ¿qué?- dije en tono indiferente.

- ¡desde que llegué, William me dice que te haga daño, y me estoy conteniendo, pero tus comentarios me lastiman más de lo que yo podría lastimarte a ti!

- hey, tranquilízate.- me miró serio. – ya, está bien, ¡lo siento!- sus labios empezaron a encorvarse de un solo lado, haciendo que se viera como un niño pequeño…tan tierno.

Camino rápidamente hasta su carro, abrió la puerta y sacó un sobre de papel abierto y me lo tendió con una sonrisita.

- toma esto.

- ¿para qué?

- te lo regalo- se rió. –pero prométeme que no lo abrirás hasta llegar a tu casa.

- oh, vamos, no seas idiota.

- ¡promételo!

- está bien, lo prometo.

- pero en serio, ¡no como tu estúpida promesa en el campamento!

- ¡si, si, LO PROMETO! ¿Estás contento?

- más que antes, sí.

- bien, ya me voy.

- está bien, adiós.- se metió a su carro y yo metí el sobre en mi mochila.

[…]

- ¡Derek!

- ¡¿qué?!

- ¿hay citas para hoy?

- ahora no, a las ocho de la noche hay dos personas.

- está bien, subiré a mi recámara, no me hables hasta que lleguen.

- será fácil.- subí a mi recámara y aventé mi mochila a la cama, cerrando la puerta con fuerza y poniendo el seguro. Me senté en la cama y saqué el sobre de mi mochila. Suspire pensando en lo idiota que era Bill al poner tanto empeño en algo que los dos sabíamos que era una completa mierda.

Ahí adentro había unas fotografías, desde un ultrasonido –que seguramente le robó a su mamá-, hasta fotos de dos bebés, seguro Bill y su hermano perdido. Pero la siguiente fotografía me parecía familiar… habían dos niños, algo así como de tres años. Él primero era Bill y el segundo…el segundo era yo…