- mátalos, Bill… mátalos…- reía fuertemente, causándome
miedo. Pero me levante de la cama, con la sangre hirviéndome, sintiendo tanta
impotencia.
Baje las escaleras
con los pies descalzos, sin prender las luces y aun, sintiendo su horrible e
incómoda presencia tras de mí, me susurraba al oído esas mismas palabras,
después, reía tenebrosamente. Camine a la cocina, sin contratiempos; abrí ese
cajón y saqué el cuchillo, ese con el que se corta hasta la carne más gruesa,
con ese afilado filo. Y lo afile aun más con mis dedos, sin ni siquiera
importarme que los estuviera cortando y empezaban a sangrar.
Subí a su habitación, abriendo la puerta con delicadeza,
sin hacer ningún ruido. Sonreí con satisfacción, esta vez sufriría, se
arrepentiría de todo lo que me hizo durante todo este tiempo.
La ventana estaba abierta, dejando que el aire fresco
entrara, pero ni el aire más frío podría congelar mi sangre que ahora estaba
hirviendo en furia, hambrienta de venganza, mis ojos ansiosos por ver su sangra
y mis oídos, por es escucharla gemir de dolor, escucharla gritar con desgarro,
eso era lo que quería. Cerré la puerta y escondí el cuchillo tras mi espalda.
- …mamá…- ella se sentó y sonrió, tallando sus ojos.
- ¿Qué pasa, Bill? ¿Volviste a tener una pesadilla?
- no, pasa que vivo en una pesadilla.- me miro
confundida.
- ¿de qué hablas, Bill? ¿Te sientes mal?
- yo tengo un hermano, ¿verdad?
- ¿qué?
- ¡contéstame! ¡Yo tengo un hermano, un gemelo!
- no digas esas tonterías, Bill. Mejor ve a dormir.
- ¿entonces quien es Niklaus?
- no entiendo nada de lo que dices.- tragaba con nervios.
- por eso venían los policías con fotografías de niños,
lo estaban buscando, ¿qué le paso?
- Niklaus es tu primo.
- ¡entonces porque siempre que iba contigo abrazabas la
ropa de tu “bebé”, porque despertabas gritando por las noches! ¡No es mi primo,
es mi hermano! ¡¿Qué le pasó!?
- Bill, ve a dormir, tu papá está cansado.
- ¡ME DROGABAS, ME DROGABAS PARA QUE LO OLVIDARA!
- ¡eso no es verdad, Bill! ¡Tú estabas enfermo!
- ¡todo este tiempo te creí que eran unas putas
vitaminas! ¡ME DABAS DROGA, Y NO TE IMPORTABA! ¡Toda la familia sabía que tenía
un hermano MENOS YO!
- te equivocas, Bill, ¡lo hacía porque estabas enfermo,
podías volverte loco!
- ¡y me privaste del derecho de saber que tenía un hermano!
¡TENÍA DERECHO A SABER QUE TENÍA UN HERMANO, MAMÁ!
- hijo, perdóname.
- ¡DIME QUE LE PASO A MI HERMANO! ¡DIME QUE FUE LO QUE LE
PASO!
- no, Bill, tu ahora no estás bien, ve a dormir.
- ¡ESTAS LOCA, ERES UNA HIJA DE PUTA!- mis lágrimas
empezaron a llenar mis ojos, y no sabía realmente de que lo eran: de decepción
o rabia.
- ¡no me digas eso, Bill! ¡Traté de protegerte!
- ¡si, drogándome y mintiéndome acerca de mi hermano! No
puedo creer que haya sido ese monstruo quien me lo dijo ¡Y NO MI PROPIA MADRE!
- ¿de qué hablas?- dijo asustada.
- Del monstruo, ¡EL MOSNTRUO QUE SE QUEDABA DE PIE FRENTE
A MI CAMA!
- Bill…- se levantó de la cama y se acercó a mí, poniendo
sus manos en mis mejillas, pero me separé bruscamente. -¿volviste a ver a ese
monstruo?
- ESO NO TE IMPORTA… ¡AL MENOS PUEDO CONFIAR EN ÉL!
- Bill, estas mal.
- ¡TU ESTAS MAL, IMBÉCIL!
- por favor, Bill, perdóname.
- ¡no, NO VOY A PERDONARTE POR ESTO NUNCA! ¿Y sabes por
qué?- se quedó en silencio, mirándome a los ojos, mis ojos que ahora estaban
llenos de lagrimas que viajaban por mis mejillas y se mantenían en mi quijada
hasta hacer un movimiento. – porque…porque voy a matarte…
Le enseñé el cuchillo, afilándolo de nuevo con la planta
de mi mano. Sonreí al ver su cara de espanto y como retrocedía con lentitud.
Asentí para mí mismo, sintiendo mi corazón saltar de emoción, me acerqué a ella
y la tomé fuertemente del brazo.
- voy a matarte, Simone…- me carcajee.
- ¡Gordon, Gordon!
- ¡Cállate o te perforo ahora!
- ¡¿QUÉ MIERDA ESTÁS HACIENDO, BILL!?- Gordon se acercó a
mí, pero mis movimientos eran hábiles y le apunte a él con mi arma. –suelta
eso, Bill, ¡suéltalo!
- ¡no! voy a matarla, ¡va a sufrir, y suplicara no
haberme mentido!- me voltee con ella de nuevo y puse el cuchillo en su cuello.
- ¡no lo vas a hacer!- jalo mis brazo hacia mi espalda,
haciendo que tirara el cuchillo en el suelo.
- ¡déjame, déjame en paz! ¡SUELTAME!- me moví con
brusquedad, pero él me levantó en sus brazos y me llevó de vuelta a mi
habitación.
- ¿Qué es lo que te pasa, Bill? ¡ESTAS LOCO!
- déjame, ¡voy a matarla! ¡Voy a matarlos a todos!- me
dio un golpe en la mejilla, tan duro que me hizo sentir aun más rabia. Salió de
la habitación y la cerro, para que no pudiera salir de ella. -¡ábreme! ¡Ábreme!
Me llene de enojo, quería matarlo, verlo sufrir. Y empecé
a rasguñar mi cara con ansia, pataleando sobre el suelo, me sentía como un
animal salvaje en una jaula, tenía que salir de aquí.
[…]
- ¡mamá!, ¡mamá!- bajé las escaleras, muerto de miedo.
Ella estaba en la cocina, haciendo el desayuno. -¡mamá!- me miro con miedo,
pero después bajo la mirada hacia la comida. - ¡mira lo que me hicieron! ¡Mira
mi cara! ¿Qué me hicieron, mamá?, ¿fueron mis perritas?
- ¿Por qué entras a mi estudio sin permiso, Bill? tu
sabes que no puedes entrar ahí, y todavía espías en mis cajones, ¿pero qué te
pasa?
- ¿espiarte? Mamá, yo no he entrado a tu estudio.
- tenemos que hablar.
- ¿hablar?, mamá, no te entiendo.
- vamos.- llevó dos platos al comedor y se sentó en una
silla, invitándome a que hiciera lo mismo. –Bill, en el campamento con tu
amigo, ¿llevaste tus vitaminas?
- no, no lo creí necesario, mamá.
- ¡tenías que llevarlas, Bill!
- mamá, era para divertirme. Thomas me odiaría si me
viera tomando vitaminas.
- yo no sé porque siempre quieres impresionar a ese.
- no quiero impresionarlo.- tome el tenedor y miré mis
dedos. Mi corazón palpito más agitado. –Mira lo que me paso en los dedos.- le
enseñé mi mano.
- me preocupas, Bill.
- tú también me preocupas a mí, ¿alguien entro a casa
ayer? Tal vez intentaron robarnos.
- tómate las vitaminas ahora, Bill.
- ¡BIEN!- agarré el botecito y puse dos en mis manos.
- no las tomes, Bill… recuerda que te droga…esa puta te
droga…
- ¡vete!- grité con miedo. -¿Por qué no me dejas en paz
de una vez?
- ¿Qué te pasa, Bill?
- ¡ese idiota no me deja!- lo apunte, sin mirarlo; sus
ojos me causaban pánico.
- Bill, por favor, tómate las vitaminas.- asentí y las
metí a mi boca, tragándomelas con agua. Y él desapareció.
- mamá, te juro que ahí estaba… era ese monstruo ¡el que
me asustaba cuando era niño, mamá!
- ¿Cómo lo recordaste, Bill? ya lo habías olvidado.
- él me lo dijo… mamá, el no puede hacerme nada, ¿verdad?
- no, Bill, no puede, no te preocupes más. Solo no dejes
de tomar tus pastillas.
- no lo haré…mamá ¿Qué tienes? Te veo tensa conmigo.
- no me pasa nada.- negué.
- tengo que ir a la universidad ahora. Adiós.
- no olvides tus vitaminas, Bill.
- a la escuela nunca las llevo.
- llévatelas hoy.
- no.
- vamos, Bill.
- no. ya me voy.- agarré mi mochila y me metí en mi
carro.
[…]
- ¿Bill, que tienes, amigo?
- ¿por qué lloras, Bill?
- por favor, dile que se vaya, ¡dile que me deje en paz!
- ¿a quién se lo digo? No veo a nadie.
- ¡a él, Andy, ahí está!
- eres un imbécil… ellos no pueden verte, Bill…- empezó a
reír.
- ¡cállate, ¿Por qué no te vas?! ¡Déjame!
- Bill, ¿te sientes bien?- dijo la profesora.
- ¡NO!- quité mis lágrimas.
- puedes salir a tomar aire, tranquilízate.
Por Thomas
No era realmente divertido caminar por aquí solo, viendo
a todos lados sin mirarlos. Metido en mis pensamientos, con un café en las
manos que con el paso de los minutos ha perdido su temperatura y ahora no se ve
apetitoso.
No quería conseguir una carrera, era tan aburrido
estudiar; pero tampoco quería estar en mi casa, escuchando como papá abría la
puerta y después de eso, las voces de esas mujeres haciendo que mis tímpanos
explotaran. Porque simplemente mientras les concedía sus placeres últimamente,
mi mente volaba hacia otra dirección, completamente opuesta a la del sexo. La
realidad es que últimamente algo me hacía cambiar mis pensamientos, me hacía
hasta ser sentimental, algo que no soy muy a menudo.
Camine en dirección al baño para refrescar mi cara. Tiré
el café en la basura sin haber probado de su contenido ni una sola vez y abrí
las puertas. Camine hacia el lavamanos, abriendo las llaves y dejando correr el
agua fría entre mis dedos.
- ¡por favor…vete de aquí…! ¡LÁRGATE!- eso sin duda no
habría sido un mensaje para mí, al menos que fuera una persona dispuesta a
acabar con su vida gracias a algunos golpes.
Pero al detenerme y repetir esas palabras en mi mente, me
di cuenta de que esa voz yo ya la conocía. Era el mariconcito, llorando como
era muy común en él. Pero algo extraño era que hablaba con alguien, y su voz no
parecía muy animada, parecía asustada.
- eso no es verdad… ¡no es cierto!- sorbía su nariz. Tal
vez hablaba con alguien al teléfono. – lo intenté, PERO GORDON LO ARRUINÓ TODO.
- ¿Bill?- toqué a la puerta.
- no…no quiero hacerle daño…
- ¡Bill!- toqué una vez más.
- voy a matarlo… ¡lo voy a matar con mis propias manos!
- ¿estás bien, Bill?- si… me preocupaba un poco.
La puerta se abrió dejándome verlo. Su maquillaje se
escurría hasta su quijada y una macabra sonrisa salió de sus labios.
- tú también lo sabías…
- ¿Qué?- pregunté indiferente.
- ¡TÚ SABÍAS QUE ERAS MI HERMANO! ¿POR QUÉ NO ME LO
DIJISTE?
- ¿qué yo soy tu hermano?- reí. – que mierda, maricón, tu
y yo no somos hermanos.
- si somos… y tu lo sabías, ¡sabías que éramos hermanos y
que mamá me drogaba!
- pues al parecer aun lo sigue haciendo, ¿cuánta te
metiste?
- ¡voy a matarte, Thomas!- sonrió. – voy a matarte,
quiero verte sufrir igual que yo, quiero ver cómo te retuerces de dolor,
¡quiero escucharte gritar pidiendo ayuda! ¡Voy a matarte!- no me asusté en
ningún momento, Bill era tan idiota, no se atrevería a matar a nadie.
- sí, Bill, mátame.- me di la vuelta para salir del baño
pero antes de poder tocar la puerta sentí frío en mi cuello. -¿¡que mierda te
pasa?! ¡¿De dónde sacaste eso?!- tenía una navaja verde, y sonreía
diabólicamente. –Bill… por favor… quita eso de mi cuello.
- no… voy a matarte Thomas… voy a hacer que te
arrepientas de lo que me hiciste.
- pero si yo no te hice nada, por favor, niño ¡Aléjate de
mí!
- ¡te dije que no!- con una fuerza casi bruta me tiro al
suelo, haciendo que mis brazos tronaran. Se acuclillo frente a mí, navaja en
mano, pero yo retrocedí, arrastrándome por el suelo. –no hagamos esto más fácil
de lo que ya es, ¡quédate quieto!
- no voy a dejar que me mates, ¡¿estás loco?!
- el que hizo las cosas mal ¡fuiste tú!... me ocultaste
la verdad, ¡tú y yo somos hermanos! ¡Dime porque quisiste irte de mi lado!
- escúchame bien ¡porque no pienso decírtelo una puta vez
más!- se quedo mirándome, sin bajar la navaja. -¡TU Y YO NO SOMOS HERMANOS!- en
un acto desprevenido ahora fui yo quien se puso encima de él, apretando sus
manos contra el suelo.
- ¡déjame, suéltame, puto de mierda!- su cara se puso de
pánico, mirando tras de mí. – TU VETE DE AQUÍ, TE DIJE QUE LO MATARÍA YO SOLO.-
gritó. Con un poco de miedo creyendo que alguien más viniera para hacerme de
daño, voltee tras de mí, pero no había nadie, aun que él seguía gritándole y
mirando hacia allí.
- ¿estás loco, niño? ALLÍ ATRÁS NO HAY NADIE.
- si hay, ¡es William!
- ¡suelta esa navaja!- dije sin prestarle atención a ese
nombre que me parecía tan conocido de algún lado.
- ¡no la soltare hasta matarte!
- ¡suéltala o te mato yo a ti!- la soltó, enojado, sin
dejar de mirarme. Dándose por vencido, pero no dando por acabada la pelea. Me
levante de encima suyo y salí del baño.
Estaba a punto de hacer algo que ni yo mismo habría
pesado que haría. Y eso podría acabar con mi popularidad, empezando porque
ellos no eran personas a las que todo el mundo les hiciera caso, pero aun así
ese idiota me preocupaba de alguna forma, entonces…lo hice.
Camine hacia el cubículo de psicología, con los nervios
en la punta de mis vellos, y abrí la puerta, haciendo que mi acto atrajera las
miradas de todos ellos y con ellas, la del profesor, quien se levantó y camino
hacia mi enojado por haber interrumpido su clase. Me dio un empujoncito hacia
afuera y sonrió.
- ¿has decidido que te nos unes?- lo mire indiferente,
frunciendo el ceño.
- claro que no.
- ¿entonces, porque entras a mi clase de esa forma?- se
puso serio de repente.
- tengo que hablar con uno de sus alumnos con urgencia.
- ¿con quién?- me asome por la ventanilla de la puerta y
ahí lo mire.
- ese- apunté. –El rubio de cabello alborotado.- el
sonrió.
- ¿al menos sabes cómo se llama?
- no, pero tampoco me importa mucho.
- se llama Andreas.- me dijo serio. -¿para qué lo
necesitas?
- necesito hablar con él urgentemente, no me hagas perder
más el tiempo.
- bien, pero no demores mucho, estamos en un proyecto.-
rodee los ojos y asentí. Él se metió al salón. -¡Andreas!- él levantó la
mirada, serio. –Te buscan en la puerta con urgencia, no te tardes.- asintió y
camino hacia la puerta, al mirarme su cara se puso seria, y me dio la espalda,
pero lo tome del cabello y lo acerqué a mí.
- ¡heey!
- quiero hablas contigo.
- pues lo siento, yo no quiero hacerlo.
- esto te importa a ti.
- nada que te importe a ti me importa a mí.- se dio la
vuelta y abrió la puerta.
- entonces no te importa Bill.- se detuvo, sin mirarme.
Yo sonreí, claramente había ganado.
- ¿q-que le hiciste?- lo mire, enojado.
- mejor dicho, qué me hizo él a mí.
- ¿de qué hablas? Fuiste tú quien los lastimó en el
campamento ese de mierda.
- bien, eso no se asemeja nada a lo que él me hizo a mí.
- ¿qué te hizo?
- me amenazó con una navaja, dijo que iba a matarme.- me
miro con miedo.
- estás loco, él no se atreve ni a matar a una mosca.-
saqué la navaja de mi bolsa del pantalón y se la enseñé.
- ¿esto te es conocido?
- esa es su navaja, pero pudiste habérsela sacado.
- mierda…- lo tomé del brazo y lo hice caminar tras de
mí.
- ¡¿Qué te pasa, imbécil!? Tengo que terminar mi trabajo.
- me importa una mierda.- llegamos al baño y ahí lo
empujé para que entrara. Ahí estaba Bill, hablando solo nuevamente mientras
lloraba.
- Bill, ¿Qué te hizo Thomas?- Bill lo miro y después me
miró a mí.
- él no se llama Thomas, ¡se llama Niklaus! ¡Y es mi
hermano!
- no, Bill, él no se llama así, el es Thomas.
- no… es mi hermano ¡y voy a matarlo! ¡Voy a hacerlo
sufrir!- empezó a llorar fuerte, frunciendo el ceño como si algo le doliera.
- ven, Bill.- Andreas lo abrazó, pero Bill se quitó con
brusquedad.
- ¡DEJAME, TU TAMBIÉN ME ENGAÑASTE! ¡TU TAMBIÉN ME METÍAS
DROGAS! ¡TE VOY A MATAR!
- ¿quién te dijo esa estupidez, Bill?
- ¡WILLIAN, ME LO DIJO WILLIAM!
- mierda, ¿Quién es William?- pregunté.
- el monstruo, ¡mi único a migo de verdad!- se levantó
del suelo y salió del baño.
- ¿acaso mentía?- dije.
- no es un juego, Thomas. Bill está mal, ¿viste todos
esos rasguños en su cara?- asentí.
- está loco.
- en el salón estaba gritando, decía que desapareciera,
pero nadie veía nada. Desde entonces está aquí, en el baño.
- debemos decírselo a alguien, tal vez a su mamá.
- no lo sé… tengo que hablar con él.- asentí. Camino
hacia la puerta del baño y me miro.
- gracias… por avisarme.- sonrió. Yo solo asentí.
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